miércoles, 30 de noviembre de 2016

Alfredo Pérez Alencart

                                                                                

   Pintor Vladimir Kush  






Los rumbos del viento
DOS
Husmea el viento,
acecha por los rincones hermosos de la primavera,
se torna dócil entre tus manos porque parece pertenecerte.
En vano le convidas amor hasta en los sueños. ¿No ves
que el viento está hecho de lejanías? ¿No comprendes
que repentino se torna el viento salido del vientre de los mares?
Una copa puedes derramar entre tantos presagios,
un brindis por el viento legado por milenios de probar mundo,
una oración para que bellos pájaros se suban a su hombro
y contentos canten
al pasar por nubes llenas de agua, guitarreando
cara al cielo, de espaldas a la lluvia
parturienta de vida.
Después te descuelgas del pendiente de las adivinas,
posándote en la nada, en el emborrachado aletazo del viento
que todo lo destapa porque no se acuerda de su sombra
cobijada en el pasado, contrabandista
de sueños inútilmente vivos, de raíces de infinito
alimentando múltiples eternidades.
¿Qué come el viento sino partículas de polen vagabundo?
Así hace germinar sus venas,
así se desparrama para no apagarse nunca,
así va en blanca caravana junto a infinitas golondrinas.
Lo encontrarás luego de cualquier desalojo,
pisando cenizas por si obtiene pálido vino que libará
en ardorosos ceremoniales, bailoteando
con bulla jubilosa o marcando el paso
en la alta cúpula de los cipreses.
Cuando ya estés quieto, mira los ocasos cayendo asustadizos
al fondo de la meseta, más allá de las montañas,
yéndose con el viento
para volver mañana con el almíbar del día.
| 45 | Cartografía de las revelaciones
Recuéstate en la hierba,
recuenta lunas extraviadas y embalsama tu vida
con la brisa del amor que invade los sentimientos.


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