lunes, 12 de septiembre de 2016

Fiorella Terrazas



Texto 1 

Vuelvo a mirar al pueblo, destacando algunas palabras importantes al vacío. Riendome con la boca de mi corazón resuelvo cuestiones: ¿Hay algo de lo que estén orgullosos mis ojos? Soy el tartamudo que les suprime los gritos a las penitencias que se acercan ¿Me tienen fé? Ser menospreciable siéntete orgulloso porque hablaré de tu orgullo en el desdén: Último hombre el suelo está fértil aún, fija tu objetivo. No vibres en el anhelo, cuélgate de tu arco y fallece. O ponle inicio a esta tierra donde bailan las semillas para oponerse a la sombra del caos. El tiempo más despreciable se acerca, no parará de dar vueltas sobre las estrellas y no se lanzará la flecha de la buena nueva. 

Texto 2 

En este cuartito miserable han abandonado un corazón el cual todos los trasmundanos queremos ver es una migaja de desvarío, fatiga y saltos mortales yo condeno a todos los dioses como pobres ignorantes que no saben crear más mundos a este corazón él oye hablar a los insectos en mi mente raspan cuando caminan celestes y ocultos de los hombres que hable el cuerpo entonces en cierta medida de lealtad el cuerpo deshumanizado que mete su cabeza entre las paredes y busca nueva voluntad las palabras honran al cuerpo terrestre las palabras inundan a los decrépitos las palabras dicen cosas enfermizas sobre la piel de los cuerpos por eso hay que escuchar a los predicadores de la muerte porque luego el cuerpo está plenamente sano se forman ángulos rectos quizás allí podamos clonar a un corazón que cure enfermos o dioses que curen un corazón enfermo furiosamente con jóvenes virtudes con delirio de razón y con divinidad de pecados y dudas. 

 Texto 3

 Existe una ciudad a presión, como una olla. La soledad allí se vuelve una BRUJA que destruye todo lo equilibrado. Esa BRUJA se viste de peces y le prende fuego a una potencia de espiritualidad que saquea las tumbas del capitalismo. ¿Quién podría negar que a veces se niega lo que ocurre? La BRUJA se acerca a espantar a las parejitas mainstream en el malecón. Chiquillas aseguran miradas, les brillan los OJOS y oyen un hombre expulsando por la boca románticos gallos, en ocasiones de 3 minutos. Con ese compás desatienden erecciones y abandonan conversaciones en ventanas emergentes de móvil. En la ciudad a presión la corriente es helada y se instala en hoteles. Donde otros seres te cogen la espalda para que no se extiendan tus alas. Y enjuagas tus manos con sudor ajeno en avenidas principales para escribir luego con ellas de manera involuntaria. Los procesos químicos te duran 6 meses de somnolencia y ni así se te quita la maldición. En esta ciudad a presión se busca mover unas cuantas dosis porque las canciones tristes ya no rotan en el seno-himenóptero. Ya no afectan a los suicidas incapaces, esos que nunca pueden morir, y viven en interminable luto. En esta ciudad a presión, se llenan los manicomios mentales, espacios de in-pensamientos nucleares. Y estas palabras no se piensan, se vacían en la mudez para joder oídos, para convencerte de enfermar un arma.

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