lunes, 12 de septiembre de 2016

Mariela Amadio

Pintor Pablo Rey
I
La casa es la misma de siempre y la persistencia de su voz callada aún resuena en aquel sillón de últimos días.
El sillón es el mismo de siempre, habitado por su vientre hinchado, su paso lento, el poncho y el sombrero.
El poncho y el sombrero son los mismos de siempre, al igual que la casa, el sillón, la voz callada, el paso lento, los últimos días, la persistencia, el vientre hinchado.


II
¿Sos el guerrero que hay en mí o la representación de mis propios límites?
¿Venís a mostrarme de lo que soy capaz o a pisarme la cabeza hasta oírme pedir perdón?
¿Querés salvarme o encadenarme a la locura que me habita desde remotos viajes?
No dijo nada pero cuando abrí los ojos, los suyos: rasgados, limpios, soñados;
dijeron: acá estoy.


III
Hubo naufragio, hubo vacío, pero también memoria hubo.
Fue muerte justa para después buscarse en la vigilia entre tanto sueño lácteo,
camino de vellosidades, hilo de luz, huella iluminada,
certeza.


IV
Para llevar partes de mí hacia otras partes de mí,
A veces soy pájaro, a veces soy pez.
Fragmentaciones en busca de la pieza exacta
de aire y agua que me convierta en manada.


V
“Lo que sostenía todo era una vidriera”, pensé
Mientras quería reconstruir el recuerdo.
La mujer tenía alas pero no veía,
Sus piernas encastradas intentando desatarse o penetrarse a sí misma,
Una pierna con otra pierna, no sé.
Pero en cada intento más carne en polvo (ni siquiera sangre)
Cayendo sobre la baldosa de siempre,
Sobre su propio final.


VI
Una piña cae tras el corte del ala del primer pájaro de la mañana
Y el día me bebe la sangre con la insistencia de un tábano.
El sexo de una muñeca descabezada en la memoria naranja
Y la textura en la piel de un calabozo apedreado es todo lo que tengo.
Como autorretratarse en la azotea más cercana al puerto una noche de niebla
Y no verse.


VII
Luego de la extirpación del silencio
Como a un par de amígdalas inflamadas.
El hilo de sangre en la garganta cicatriza con la velocidad
De la muerte primera.
Ahora, los días ya no saben ni tan ligeros ni tan rojos.

Participante del Taller Pluriverso coordinado por Albin Lainez ( Monte Grande)

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