martes, 29 de septiembre de 2015

Dulce Nana Nana

Examen de filosofía

Siempre he preferido estudiar sola, pero esa vez me dejé convencer por mi compañera de mesa, yo era la empollona de la clase y ella quería sacar una buena nota. Llegué a su casa antes que ella. Sus padres estaban de viaje y sus numerosos hermanos no me quitaban los ojos de encima, agobiándome con sus miradas lascivas. Por fin llegó, con los ojos rojos de los petardos que había estado fumando, vamos, como para enfrentarse a Kant, Hume y Hegel. Aguantó unas dos horas a base de cafés hasta que me dijo que no podía más, que ya se copiaría de mi. Nos fuimos a dormir a la cama de sus padres. Yo tardaba en conciliar el sueño, estaba intranquila con tanto tío salido en la casa. Tenían entre trece a veinte años. Estando casi dormida noté que ella se abrazaba a mí. No me sorprendió mucho, hacia frío. Pero su mano se acercó a mi pecho. Su respiración pausada hacía pensar que estaba durmiendo. No me alarmé de momento. Su mano siguió más arriba posándose en uno de mis pezones. Los tengo muy sensibles y parece n estar conectados a mi pelvis. Se me puso duro al mismo tiempo que sentí un agradable cosquilleo en mis partes bajas. No me atrevía a moverme, dudaba si mi amiga me estaba metiendo mano o si había sido sin querer. Entre el temor y mis hormonas sentí un imperioso deseo de correrme. Ella no quitaba la mano de mi pezón. Bajé mi mano muy despacio a ver si ella reaccionaba, pero no, así que empecé a frotarme el clítoris, si no me aliviaba, no iba a poder dormir. Un fino haz de luz se coló en la habitación. Dejé de moverme, y entreabrí los ojos. Uno de sus hermanos, me pareció el mayor, estaba de pie, mirándome. Tuvo que notar mi desazón, porque se agachó y, sin hacer ruido, se sentó en el borde de la cama. Me rozó los labios con sus dedos, recorrió mis pechos, la mano de su hermana aún seguía ahí, en mi pezón, y fue bajando lentamente hasta llegar al monte de Venus. Yo estaba muy húmeda, me dejé tocar. Me metió los dedos mientras cogía mi mano y colocaba su enorme polla en ella, se la agarré bien; él dirigió los primeros movimientos que yo supe continuar sin dificultad. Mi amiga estaba profundamente dormida, al parecer. Yo, muy excitada y nerviosa, meneando esa cosa tan grande y él reconociendo todos los recovecos de mi coño. Le dirigí los dedos hacia mi clítoris, moviéndoselos en círculo para que me masturbara. Cogimos los dos el ritmo, y en pocos segundos se agachó a meterme su lengua en la boca mientras mi cuerpo empezaba a estremecerse de gusto y algo húmedo chorreaba entre mis dedos.
Volví a estudiar todos los exámenes de ese curso a casa de mi amiga.
Siempre he preferido estudiar sola, pero esa vez me dejé convencer por mi compañera de mesa, yo era la empollona de la clase y ella quería sacar una buena nota. Llegué a su casa antes que ella. Sus padres estaban de viaje y sus numerosos hermanos no me quitaban los ojos de encima, agobiándome con sus miradas lascivas. Por fin llegó, con los ojos rojos de los petardos que había estado fumando, vamos, como para enfrentarse a Kant, Hume y Hegel. Aguantó unas dos horas a base de cafés hasta que me dijo que no podía más, que ya se copiaría de mi. Nos fuimos a dormir a la cama de sus padres. Yo tardaba en conciliar el sueño, estaba intranquila con tanto tío salido en la casa. Tenían entre trece a veinte años. Estando casi dormida noté que ella se abrazaba a mí. No me sorprendió mucho, hacia frío. Pero su mano se acercó a mi pecho. Su respiración pausada hacía pensar que estaba durmiendo. No me alarmé de momento. Su mano siguió más arriba posándose en uno de mis pezones. Los tengo muy sensibles y parece n estar conectados a mi pelvis. Se me puso duro al mismo tiempo que sentí un agradable cosquilleo en mis partes bajas. No me atrevía a moverme, dudaba si mi amiga me estaba metiendo mano o si había sido sin querer. Entre el temor y mis hormonas sentí un imperioso deseo de correrme. Ella no quitaba la mano de mi pezón. Bajé mi mano muy despacio a ver si ella reaccionaba, pero no, así que empecé a frotarme el clítoris, si no me aliviaba, no iba a poder dormir. Un fino haz de luz se coló en la habitación. Dejé de moverme, y entreabrí los ojos. Uno de sus hermanos, me pareció el mayor, estaba de pie, mirándome. Tuvo que notar mi desazón, porque se agachó y, sin hacer ruido, se sentó en el borde de la cama. Me rozó los labios con sus dedos, recorrió mis pechos, la mano de su hermana aún seguía ahí, en mi pezón, y fue bajando lentamente hasta llegar al monte de Venus. Yo estaba muy húmeda, me dejé tocar. Me metió los dedos mientras cogía mi mano y colocaba su enorme polla en ella, se la agarré bien; él dirigió los primeros movimientos que yo supe continuar sin dificultad. Mi amiga estaba profundamente dormida, al parecer. Yo, muy excitada y nerviosa, meneando esa cosa tan grande y él reconociendo todos los recovecos de mi coño. Le dirigí los dedos hacia mi clítoris, moviéndoselos en círculo para que me masturbara. Cogimos los dos el ritmo, y en pocos segundos se agachó a meterme su lengua en la boca mientras mi cuerpo empezaba a estremecerse de gusto y algo húmedo chorreaba entre mis dedos.
Volví a estudiar todos los exámenes de ese curso a casa de mi amiga.

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