lunes, 24 de agosto de 2015

Flavio Crescenzi

                                                            
   

pintura namíbia por  Wendell Well


Trabajar todo el día sobre un lienzo, la obscenidad del hambre, los tormentos fijos siempre en pos de un sueño. Sé que me darán las doce tiernamente, y un resplandor, filoso como los besos que hienden la neblina, iluminará lo que por vos dejaron las palabras, sabrán así leerme los tigres y los saurios por tu boca.





 Qué dirán mis paredes, mis palmeras, abiertas a la mañana inclaudicable en que los dos fuimos corona. Qué dirán las vísceras que nos hemos arrancado para después tirarlas en las sillas. Presiento, ahora que la medianoche ya ha pasado, que el fin del mundo es casi un hombre y que se parece a la indulgencia que perdí por bautizarte.





 Me añejo en tu rubor de mano abierta cada vez que tu perfume, como un ave, como un ave absurda ya sin vuelos ni pico, como una escuadra absurda de picos sin sus vuelos, acude a mis narinas rectificando su carga. Tu boca dice basta en el lenguaje del simio, se alejan de tu rostro cien mil piedras gimiendo.

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