miércoles, 26 de agosto de 2015

Antonella Seibane

                Pintura Claudia Piquet

Una butaca en el teatro



Mientras esperaba que comenzara la obra “El gran deschave”, vi que adelante mío se sentaron dos jóvenes, Juan y Carlos –así se llamaban-, que en vos baja comenzaron a dialogar, por momentos casi discutiendo. Entonces agudicé mi oído para poder escuchar mejor y entender cual era el conflicto.
Carlos le decía a Juan, “no te echés atrás, están todas las cartas jugadas, puede ser el robo perfecto, yo conozco muy bien el Museo de Bellas Artes, averigüé todo, fue un trabajo de meses, la entrada, los horarios de visitas, las ubicaciones de las alarmas, las cámaras de seguridad, el cambio de guardias y el valor de los cuadros.
Es fácil -continuaba diciendo- entramos por la puerta principal, junto a un grupo de turistas que hacen las visitas guiadas, con doble ropaje, lo tengo todo planeado, no se me escapó ningún detalle, los revisé minuciosamente uno por uno”.
Juan insistía: “No sé Carlos, si vale la pena arriesgarse tanto, sólo por un cuadro”.
La pintura a la que hacían mención era de Rembrandt y se llamaba “Viejo judío”. Mientras ellos conversaban acaloradamente yo recordaba haber visto en el Louvre otras obras de gran valía de este célebre pintor: “El desnudo de Betsabé”, “La ronda de noche” y “El buey desollado”.
Mientras tanto Juan seguía dudando: “tendríamos que planearlo nuevamente, creo que este robo es muy riesgoso”.
Pero Carlos, obstinado con su propósito le contestó: “no me daré por vencido, ese cuadro significa mucho para mí, quizás sea puro sentimentalismo pues el “Viejo Judío” es un retrato que el gran Rembrandt, hizo en 1642 a un antepasado de mi árbol genealógico, recuerdo el orgullo de mis ancestros cuando hacían mención a este hecho”.
Juan le espetó: “no es bueno el sentimentalismo, ni mezclar el romanticismo con tu historia, esto es una verdadera locura, entraña mucho peligro”.
Estaba atenta escuchando cuando de repente, Carlos se da vuelta e inesperadamente me pregunta: “Dígame vieja ¿usted que cree que debemos hacer?”.



Pensando en voz alta

 
Me había propuesto cumplir con las indicaciones del médico: “Antonella, debe caminar, caminar, caminar…”
Salí del departamento y enfilé a la calle, allí en la vereda, al dar algunos pasos, me dí cuenta que había empezado a hablar sola. Mi intención era ir al Parque Centenario, que dista varias cuadras de mi casa. Realmente resultó toda una epopeya llegar a destino. Iba puteando en alta voz a medida que sorteaba obstáculos, veredas rotas, baldosas que sobresalían, pozos sin cerrar, montañas de tierra, y así caminaba, rezongando con furia todo el tiempo.
Los que pasaban a mi lado, decían: esa “octogenaria está de berrinche”, no me importaba nada que a esta altura del partido creyeran cualquier cosa.
Cada cuadra se convirtió en una hazaña, parecía turismo aventura, el ritmo cardíaco comenzaba a acelerarse a medida que iba mandando a todos a la mierda, pero debía-para seguir las indicaciones del médico- caminar, caminar, caminar.
Mientras pensaba que en poco tiempo vencía el impuesto municipal ABL -y encima los políticos tenían como proyecto aumentarlo-, mi bronca se exacerbaba a pasos agigantados.
De joven mi silueta era erguida y elegante, según mis amigas tenía gracia y salero. Ahora, de tanto mirar al suelo, cuando paso por alguna vidriera, al verme de reojo me asusto y me digo a mi misma: “uy, el Jorobado de Notre Dame”.
Finalmente llegué al parque protestando, nuevamente descubrí que lo hacía en voz alta y pensé qué bueno era despotricar a gusto, el stress y las tensiones se aflojan y la consigna de caminar, caminar, caminar, a pesar de los muchos contratiempos sufridos, al final pudo ser cumplida.


Luego crucé enfrente de la plaza y al divisar el bar de mis preferencias me dije: “¿por qué-a pesar de la crisis- no gratificarme con un rico té con leche y tres medialunas de manteca?”.

2 comentarios:

  1. Gracias por tanta dedicación. Nos encantó a ambas.
    Antonella y Nora

    ResponderEliminar
  2. Gracias por tanta dedicación. Nos encantó a ambas.
    Antonella y Nora

    ResponderEliminar