lunes, 1 de junio de 2015

Dulce Nana Nana

 
 
HACE MAS DE 20 AÑOS
Una amiga de mi madre nos ha contado una aventura que le sucedió cuando aún se viajaba en coche-cama y se podía fumar en los trenes.
Era cerca de las cuatro de la madrugada, no podía dormir. Salió al pasillo a fumarse un cigarro, bajó la ventanilla y se apoyó en el borde, sintiendo el aire fresco de la noche, mientras llenaba sus pulmones de humo, disfrutando de ese instante.
Oyó unos pasos que se acercaban. No se giró. Estaba sumida en sus sensaciones. Los pasos llegaron a su lado. Se pararon. Notó un leve roce en su trasero. Ella siguió fumando tranquilamente, sin dejar de mirar el espectáculo que le brindaba la velocidad del tren.
El roce se hizo más insistente. Le gustó y esperó los acontecimientos. Mientras, una leve excitación se abría paso entre sus piernas.
Algo muy duro se apoyó en su culo. Unas manos le recorrieron las caderas. Sintió una gran humedad en sus braguitas.
Era verano. Llevaba una camisa ceñida negra, una falda de tubo, negra, y unas sandalias de tacón de aguja, negras también.
Las manos le subieron la falda hasta la cintura. Ella se encendió otro cigarro, inhalando el humo con placer renovado.
Una mano abierta le acarició su sexo húmedo, a través de su ropa interior, ya chorreando. ¡Qué gusto más indescriptible!
Le bajaron las bragas, ella seguía en la misma posición. Alzó un pie y luego el otro, ayudando a esas manos extrañas a liberarla de obstáculos.
Volvió a sentir algo duro apoyado en su culo, ahora desnudo. Unos dedos hurgaban su sexo.
Pegó una larga calada al cigarro, echando el humo con un suspiro de placer.
Arqueó su cintura, ofreciéndose al desconocido. Algo muy gordo y duro la penetraba poco a poco hasta pararse. Se sentía empalada. Ninguno de los dos se movió. Volvió a dar una calada al cigarro. El placer la embargaba.
De nuevo esas manos desconocidas le recorrieron el cuerpo, hasta llegar a sus pechos, agarrándolos con fuerza. En ese momento empezaron las primeras embestidas, rítmicas y profundas.
Otra calada. Fumar y follar.
Los movimientos se hicieron más rápidos. Oía un leve jadeo en la espalda. La estaban abriendo en canal. Los pezones le ardían por los pellizcos que le estaban dando. Echó la cabeza hacia atrás. No podía soportar el gusto que iba en aumento. Notaba cercano el orgasmo pero quería detenerlo, saborear cada segundo de ese encuentro.
Otra calada. Una explosión de semen le invade su cuerpo, que se estremece de placer en ese momento preciso. Las rodillas se le doblan. El desconocido la sujeta, la apoya contra el borde de la ventanilla.
Su coño es desalojado. La leche caliente le chorrea por las piernas.
Los pasos se alejan.
Se acaba el cigarro y vuelve al coche-cama.
Nunca supo quién fue, pero el que fuera, se quedó con sus bragas.

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