sábado, 2 de mayo de 2015

Diego Arandojo(Argentina)


SÉ PRUDENTE




            Faustino era un niño inquieto.
           
Una tarde su gato negro escapó por la ventana. Cuando intentó atraparlo, el pequeño se resbaló y cayó hacia el patio. Murió en el acto.
            Pero su alma no pereció: surgió en el otro plano, convertida en una planta con alas.

            Cuánta locura hay en el más allá. Allí donde habitan seres fantásticos. O, en todo caso, es un sistema diferente al de nuestra realidad.

            La planta Faustino vivió dos milenios hasta que le ofrecieron un trabajo: reencarnar en la Tierra, en el cuerpo de un recién nacido. Aceptó.

            Pero el gato negro también reencarnó. Con el paso de los años encontró a Faustino (ahora era una niña llamada Carina). Fueron otra vez amo y mascota.

            Murieron. Y regresaron. Murieron. Y regresaron.

            Hasta el fin de los tiempos. Ni un segundo más ni uno menos.

            Hasta el fin

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