viernes, 2 de enero de 2015

© ® Juan Carlos Vecchi (Argentina)

                                                           


ATTENZIONE A CHE PORTA
 
En la casa de la familia Domiciano siempre se ha dicho que esa puerta nunca debería abrirse porque del otro lado la muerte está sentada y espera.
Eso fue lo que dijo el anterior propietario, Don Duilio Moretti, sin quitar los ojos abreviados de la puerta prohibida, momentos antes de cerrar el trato con la familia Domiciano, a efectos de evitar un futuro cargo de conciencia si bien el precio de la venta era similar al de Uganda (subasta del año 1755).
Durante muchos años nadie abrió aquella puerta aunque más de uno se comía las uñas de las manos y pies, e incluso, de las cuerdas de su charango bonsai las uñas largas enganchadas, el tío artista, de nombre Antolín Domiciano.
Todo esto a modo de “puro blablablá” porque la historia comienza una noche del año 1898, cuando - y cuando no - , uno de los abuelos (al que le amputaron ambos brazos porque era insoportable su manía de abrazar a todo aquel que se le arrimara), no aguantó más el secreto que la puerta señalada escondía y abrió la puerta de un patadón.
¡Achalay! –eso fue lo que se escuchó cuando la famélica oscuridad devoró de una sola mordida su encorvada y anciana figura. Luego, un silencio de la santa madre sopló la última letra del senil grito y al siguiente luego, un viento del tipo “portero de edificio de 16 pisos sin ascensor”, cerró violentamente la puerta.
Nunca de los jamases salió de la habitación el abuelo Belisario y por esa trágica circunstancia, la dolida familia Domiciano, a la mañana siguiente, se vió obligada a enterrar, previo velorio sin percepción sensorial, interpretación mental y constelación emocional, a un tal Hedilberto Usre.
 
QUIROMANCIA
 
Con sus ojos seriamente redondos, la mujer leyó la mano temblorosa de Zacarías y predijo con voz de sótano clausurado:
-No se me entusiasme en programar mucha cosa para la semana que viene, Zacarías.
Zacarías desprendió como pudo I la mirada de ojos redondos de sus manos y al toque, como pudo II, despegó sus asustadas manos de las manos firmes de la vidente.
Zacarías no dijo nada; como pudo III se levantó de la silla y desapareció de la extraña habitación como laucha por tirante.
Para el domingo de la semana siguiente, Zacarías seguía vivito y coleando, e incluso sabiendo por qué la medium le había recomendado aquello de no programar nada para esa semana ya que no encontraba la agenda personal por ningún lado.
 
 

 (Olavarría, Provincia de Buenos Aires, Argentina)
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